El lenguaje del cuerpo:
Hoy en día, hemos
comprendido que hay un lenguaje que se manifiesta a través del cuerpo y tenemos
que aprender a decodificar, en sus diferentes manifestaciones, algunos son de
índole emocional, somatizaciones, otras energéticas e incluso los que llamamos
Karmaticos, o sea que puede haber quedado sin resolver de vidas anteriores, y
por lo tanto deberíamos resolver ahora.
Tengamos en
cuenta que a lo que se le llama Karmatico, según las tradiciones orientales, es
una tarea que quedo pendiente y debemos tenerla presente para avanzar en
nuestro crecimiento en este caso espiritual, para una vez resuelta podamos
seguir con nuestras vidas, ahora sí, en sintonía con nuestra alma.
De la misma forma
que nosotros reaccionamos con expresiones externas como, reflejo de las
experiencias internas, damos una respuesta, si miramos en algún momento
rápidamente hacia atrás y pensamos, como ejemplo, en aquel dolor de cabeza que
aparece de forma reiterada o periódica, y no entendemos el porqué, porque se goza
de un buen estado de salud, pero que si
examinamos con detenimiento, vemos que el cuerpo quiere darle un
significado y está usando el lenguaje que conoce para trasmitirnos que estamos
pensando demasiado y dándole vueltas a un problema que no se ha podido resolver
y que genera preocupación.
La preocupación,
genera un gran desgaste energético, ya que nuestra mente está ocupada de
antemano a que aparezca el problema y luego surja su solución.
Los
desequilibrios de energía, que se producen dentro de nosotros se dan cuando no
reconocemos lo que tiene lugar en el terreno psicológico, emocional o de las
actitudes que tomamos en la vida.
La incomodidad
física es el último recurso, allí es cuando surge un problema de salud, nos
está llamando la atención, “OPS, mira aquí estoy, es momento de prestarme
atención”
Como el cuerpo
refleja lo que sucede a nivel consciente e inconsciente, entonces la mente lo
utiliza para expresarse, para ello usa símbolos, modelos, pautas que se
manifiestan a través de enfermedades y o en ocasiones algunas formas
accidentales.
A medida que
comenzamos a prestar atención a ese nuevo lenguaje, podemos ir entendiendo la
información que nos trasmite.
Esta es una forma de alcanzar y permitir que se produzca una curación,
poniendo en funcionamiento nuestro curador interno.
Hay un estudio
basado en la doctrina de las correspondencias de Emmanuel Swedenborg, y
desarrollado por Robert St. John, que propone que toda manifestación física
natural, guarda una relación de correspondencia con un estado no físico del
ser.
Entendiéndose
entonces que existe una estrecha relación entre las cualidades espirituales y
las formas de la materia.
Si hacemos un
estudio del cuerpo humano vemos que existen tres formas esenciales en las que
se agrupan las células, en tejidos duros, tejidos blandos, y fluidos.
Cada una de esas
estructuras las podemos relacionar entonces con lo espiritual, mental y
emocional.
El tejido duro
constituido por el sistema óseo, los huesos son los que dan estructura a
nuestros cuerpos; es uno de los primeros en desarrollarse, después de la
concepción, aparece la columna vertebral, luego sigue el resto de nuestro
esqueleto.
Podemos decir
entonces que van a representar el impulso de la encarnación, que da forma donde
hay vida.
A eso se le
añadirán los músculos, articulaciones y los líquidos que lo dotan de
movimiento.
Los músculos,
nervios, piel, y órganos son el tejido blando, generando una nueva estructura
que tendrá forma, un tamaño, una apariencia y fuerza al cuerpo; así como
también un buen funcionamiento del organismo y equilibrio nervioso.
Hay una
correspondencia directa con la energía mental, que va cambiando de acuerdo con
el modo de pensar o lo que ocurre dentro de nuestro interior.
Todas aquellas
pautas, actitudes, o experiencias pasadas están reflejadas en el tejido blando.
Sabemos que un
gran porcentaje de nuestro cuerpo está constituido por líquidos, el agua, la
sangre, orina, transpiración, linfa, saliva, lagrimas, etc., estos fluidos son
los que irrigan nuestro ser, como un gran océano y que se mueve en su interior.
Ellos son los que
transportan los nutrientes, las hormonas, el oxígeno, además de dedicarse a
eliminar los residuos.
También generan
calor, energía y excitación; por ejemplo, así como de repente nos ponemos rojos
de vergüenza, y nos da calor, o por algún enojo, otras veces nos enfriamos y
palidecemos ante determinadas situaciones que, nos paralizan, un evento
traumático (shock), el miedo. Nuestro cuerpo en su totalidad, posee un lado
derecho y un lado izquierdo, que, si bien tienen apariencias equilibradas,
existen algunas diferencias, entre ambos.
El lado derecho
del cuerpo es controlado por el hemisferio
izquierdo del cerebro; y representa la naturaleza masculina tanto en el hombre
como en la mujer, asociado a el intelecto, lo agresivo, afirmativo, que va a
enfrentar la realidad cotidiana, lo practico relativo al trabajo. La parte
lógica, totalmente racional, el análisis.
Está reflejando
cual es nuestra relación con la naturaleza masculina, en lo interno, en el
mundo de las relaciones sociales, o respecto a las figuras masculinas presentes
en nuestra vida. Como también conflictos de competencia, o las dificultades en
integrar una naturaleza más masculina debido a una carrera, y más afirmativa
que la del estereotipo femenino. El Animus.
El lado izquierdo, está controlado por el hemisferio derecho del cerebro, y representa la
naturaleza femenina, donde residen el carácter creativo y artístico, con
cualidades como la receptividad, la intuición, la delicadeza, todo nuestro mundo
interno. El Anima.
Es el lado con el
que no estamos acostumbrados a establecer una fluida relación de contacto, en
beneficio de lo racional.
Esta relación con
nuestra parte femenina, es hacia nosotros mismos y hacia los demás.
Problemas físicos
del lado izquierdo nos pueden estar diciendo que tenemos un conflicto en el
momento de cuidar y proteger a los demás y a nosotros mismos, así como para
llorar o consolar.
Revela además
como recibo y doy amor, o como descargo mis emociones.
Si es mujer, la
forma de expresar su femineidad, tratando de satisfacer las expectativas de
cómo debe ser su rol en lo social, o su relación con las otras mujeres.
Dividiré, además,
el cuerpo en su totalidad en tres centros de actividad, uno la cabeza: control
central, el segundo el tronco: centro actor y el tercero: el centro motor.
El centro de la
planificación y del pensamiento, están en la cabeza, control central, y allí se
planifican la acción, el movimiento, el propósito.
El tronco, el
centro actor, desde el cuello hasta las caderas, expresa lo que ha sido
previamente pensado, mientras se actúa, se demuestra la capacidad que tiene
cada uno de gobernar su vida.
Lo asociamos con
lo creativo, el uso de las manos, el compartir el amor, expresarlo, y toda la
energía que proviene del corazón.
Desde la cadera,
surge el centro motor que expresa la dirección que tomamos, como se avanza por
la vida en relación al entorno y como nos movemos en consecuencia, en relación
a la forma de pensar, los sentimientos más profundos, conflictos, o en la
tranquilidad de que vamos por el camino correcto en cuanto a la trayectoria
personal.
He aquí una
síntesis de la lectura del cuerpo, sus manifestaciones y de los mensajes que
nos envía, para darnos cuenta que cambios realizar , algunos de ellos tal vez
de forma inconsciente o a través del autosabotaje no están permitiendo que se
produzcan, otras veces aunque conscientes de ellos nos encuentran muy ocupados,
no les prestamos la atención necesaria dejándolos para después, pero en ese
después, es cuando el cuerpo puede ser que reaccione ya a través de la
enfermedad.
Espero haber
trasmitido lo más claramente posible este mensaje, para que les sea útil, y
entender que nos sucede realmente, cuando nos vemos afectados. Es una forma de
ir atentos por la vida, escuchar, ver y atender a nuestro ser. Podemos cambiar
siempre y cuando sea necesario, así como podemos abrazarnos, y reconocer que
hemos sido creados en el amor.
MARIA ELENA
VANAGAITIS