viernes, 6 de septiembre de 2019

El lenguaje del cuerpo:

Hoy en día, hemos comprendido que hay un lenguaje que se manifiesta a través del cuerpo y tenemos que aprender a decodificar, en sus diferentes manifestaciones, algunos son de índole emocional, somatizaciones, otras energéticas e incluso los que llamamos Karmaticos, o sea que puede haber quedado sin resolver de vidas anteriores, y por lo tanto deberíamos resolver ahora.
Tengamos en cuenta que a lo que se le llama Karmatico, según las tradiciones orientales, es una tarea que quedo pendiente y debemos tenerla presente para avanzar en nuestro crecimiento en este caso espiritual, para una vez resuelta podamos seguir con nuestras vidas, ahora sí, en sintonía con nuestra alma.
De la misma forma que nosotros reaccionamos con expresiones externas como, reflejo de las experiencias internas, damos una respuesta, si miramos en algún momento rápidamente hacia atrás y pensamos, como ejemplo, en aquel dolor de cabeza que aparece de forma reiterada o periódica, y no entendemos el porqué, porque se goza de un buen estado de salud, pero que si  examinamos con detenimiento, vemos que el cuerpo quiere darle un significado y está usando el lenguaje que conoce para trasmitirnos que estamos pensando demasiado y dándole vueltas a un problema que no se ha podido resolver y que genera preocupación.
La preocupación, genera un gran desgaste energético, ya que nuestra mente está ocupada de antemano a que aparezca el problema y luego surja su solución.
Los desequilibrios de energía, que se producen dentro de nosotros se dan cuando no reconocemos lo que tiene lugar en el terreno psicológico, emocional o de las actitudes que tomamos en la vida.
La incomodidad física es el último recurso, allí es cuando surge un problema de salud, nos está llamando la atención, “OPS, mira aquí estoy, es momento de prestarme atención”
Como el cuerpo refleja lo que sucede a nivel consciente e inconsciente, entonces la mente lo utiliza para expresarse, para ello usa símbolos, modelos, pautas que se manifiestan a través de enfermedades y o en ocasiones algunas formas accidentales.
A medida que comenzamos a prestar atención a ese nuevo lenguaje, podemos ir entendiendo la información que nos trasmite.

Esta es una forma de alcanzar y permitir que se produzca una curación, poniendo en funcionamiento nuestro curador interno.
Hay un estudio basado en la doctrina de las correspondencias de Emmanuel Swedenborg, y desarrollado por Robert St. John, que propone que toda manifestación física natural, guarda una relación de correspondencia con un estado no físico del ser.
Entendiéndose entonces que existe una estrecha relación entre las cualidades espirituales y las formas de la materia.
Si hacemos un estudio del cuerpo humano vemos que existen tres formas esenciales en las que se agrupan las células, en tejidos duros, tejidos blandos, y fluidos.
Cada una de esas estructuras las podemos relacionar entonces con lo espiritual, mental y emocional.
El tejido duro constituido por el sistema óseo, los huesos son los que dan estructura a nuestros cuerpos; es uno de los primeros en desarrollarse, después de la concepción, aparece la columna vertebral, luego sigue el resto de nuestro esqueleto.
Podemos decir entonces que van a representar el impulso de la encarnación, que da forma donde hay vida.
A eso se le añadirán los músculos, articulaciones y los líquidos que lo dotan de movimiento.
Los músculos, nervios, piel, y órganos son el tejido blando, generando una nueva estructura que tendrá forma, un tamaño, una apariencia y fuerza al cuerpo; así como también un buen funcionamiento del organismo y equilibrio nervioso.

Hay una correspondencia directa con la energía mental, que va cambiando de acuerdo con el modo de pensar o lo que ocurre dentro de nuestro interior.
Todas aquellas pautas, actitudes, o experiencias pasadas están reflejadas en el tejido blando.
Sabemos que un gran porcentaje de nuestro cuerpo está constituido por líquidos, el agua, la sangre, orina, transpiración, linfa, saliva, lagrimas, etc., estos fluidos son los que irrigan nuestro ser, como un gran océano y que se mueve en su interior.
Ellos son los que transportan los nutrientes, las hormonas, el oxígeno, además de dedicarse a eliminar los residuos.
También generan calor, energía y excitación; por ejemplo, así como de repente nos ponemos rojos de vergüenza, y nos da calor, o por algún enojo, otras veces nos enfriamos y palidecemos ante determinadas situaciones que, nos paralizan, un evento traumático (shock), el miedo. Nuestro cuerpo en su totalidad, posee un lado derecho y un lado izquierdo, que, si bien tienen apariencias equilibradas, existen algunas diferencias, entre ambos.

El lado derecho del cuerpo es controlado por el hemisferio izquierdo del cerebro; y representa la naturaleza masculina tanto en el hombre como en la mujer, asociado a el intelecto, lo agresivo, afirmativo, que va a enfrentar la realidad cotidiana, lo practico relativo al trabajo. La parte lógica, totalmente racional, el análisis.
Está reflejando cual es nuestra relación con la naturaleza masculina, en lo interno, en el mundo de las relaciones sociales, o respecto a las figuras masculinas presentes en nuestra vida. Como también conflictos de competencia, o las dificultades en integrar una naturaleza más masculina debido a una carrera, y más afirmativa que la del estereotipo femenino. El Animus.

El lado izquierdo, está controlado por el hemisferio derecho del cerebro, y representa la naturaleza femenina, donde residen el carácter creativo y artístico, con cualidades como la receptividad, la intuición, la delicadeza, todo nuestro mundo interno. El Anima.
Es el lado con el que no estamos acostumbrados a establecer una fluida relación de contacto, en beneficio de lo racional.
Esta relación con nuestra parte femenina, es hacia nosotros mismos y hacia los demás.
Problemas físicos del lado izquierdo nos pueden estar diciendo que tenemos un conflicto en el momento de cuidar y proteger a los demás y a nosotros mismos, así como para llorar o consolar.
Revela además como recibo y doy amor, o como descargo mis emociones.
Si es mujer, la forma de expresar su femineidad, tratando de satisfacer las expectativas de cómo debe ser su rol en lo social, o su relación con las otras mujeres.

Dividiré, además, el cuerpo en su totalidad en tres centros de actividad, uno la cabeza: control central, el segundo el tronco: centro actor y el tercero: el centro motor.
El centro de la planificación y del pensamiento, están en la cabeza, control central, y allí se planifican la acción, el movimiento, el propósito.
El tronco, el centro actor, desde el cuello hasta las caderas, expresa lo que ha sido previamente pensado, mientras se actúa, se demuestra la capacidad que tiene cada uno de gobernar su vida.
Lo asociamos con lo creativo, el uso de las manos, el compartir el amor, expresarlo, y toda la energía que proviene del corazón.

Desde la cadera, surge el centro motor que expresa la dirección que tomamos, como se avanza por la vida en relación al entorno y como nos movemos en consecuencia, en relación a la forma de pensar, los sentimientos más profundos, conflictos, o en la tranquilidad de que vamos por el camino correcto en cuanto a la trayectoria personal.

He aquí una síntesis de la lectura del cuerpo, sus manifestaciones y de los mensajes que nos envía, para darnos cuenta que cambios realizar , algunos de ellos tal vez de forma inconsciente o a través del autosabotaje no están permitiendo que se produzcan, otras veces aunque conscientes de ellos nos encuentran muy ocupados, no les prestamos la atención necesaria dejándolos para después, pero en ese después, es cuando el cuerpo puede ser que reaccione ya a través de la enfermedad.

Espero haber trasmitido lo más claramente posible este mensaje, para que les sea útil, y entender que nos sucede realmente, cuando nos vemos afectados. Es una forma de ir atentos por la vida, escuchar, ver y atender a nuestro ser. Podemos cambiar siempre y cuando sea necesario, así como podemos abrazarnos, y reconocer que hemos sido creados en el amor.


                                                                          MARIA ELENA VANAGAITIS